miércoles, 30 de septiembre de 2015

Lo que esconden los retablos de la Catedral de Mérida de Yucatán


Si la Catedral de Mérida pudiera pensar seguramente se hubiese sentido cómo un humano en la tierra de los liliputenses durante la mayor parte de su historia. Y no es para menos, se trata de un tremendo armatoste de piedra del siglo XVI que parece haber desentonado con la escasa riqueza y la pobre arquitectura de la provincia yucateca. Inclusive un obispo la llegó a describir hacia 1600 cómo una construcción desproporcional y completamente fuera de lugar; y una leyenda popular cuenta que sus planos no estaban destinados para esta ciudad. Cosa muy poco probable. Quizá su magnificencia se deba al interés que tuvieron los españoles por construir un monumento que compitiese en tamaño con las estructuras mayas. Es una conjetura.
Para mí, uno de los aspectos más llamativos de la Catedral de Mérida es el aspecto desnudo de su enrome frontis, cubierto solamente con un crucifijo de enormes dimensiones. Ni siquiera la relativa pobreza de la provincia podría explicar convincentemente el que las espaldas del altar no estén cubiertas por un retablo mayor. En épocas antiguas, los retablos tenían la labor de funcionar cómo enormes pizarrones para instruir a las masas analfabetas en los misterios de eso que algunos llaman fe. Por lo que parece raro que la monumental construcción no tenga alguno. Además, los rasgos modernistas del actual crucifijo evidencian que no tiene más de cien años. Las evidencias en la escena del crimen son incitantes, algo emocionante debió de haber sucedido aquí.
Guiados por nuestra curiosidad histórica sería buena idea buscar a algún personaje de tiempos pasados que haya escrito algo sobre la Mérida que le tocó vivir. Alguien que haya dejado algún testimonio de su tiempo, que pueda enseñarnos cualquier cosa sobre su época. Armados de este espíritu aventurero, nos dirigimos a explorar los rincones más antiguos de las bibliotecas y archivos, e interrogamos a historiadores que estén familiarizados con los años que nos interesan, con el fin de que nos guíen a documentos y testimonios del pasado.
De este modo descubriríamos que en el siglo XVII existió en Yucatán un sacerdote franciscano de apellido Cogolludo, quién en un grueso libro plasmó algunas de las cosas que le tocó vivir en Mérida cuando la ciudad apenas rozaba el centenar de años. Claro, somos conscientes que Cogolludo escribió su testimonio desde un punto de vista particular, y que tal vez omitió algunas cosas y mintió sobre otras. Pero nos parece que hay razones suficientes para creer lo que tiene que decirnos sobre la catedral de su tiempo.
Leerlo es romper las barreras del tiempo, y gracias a él nos enteramos que la joven Catedral yucateca tenía en el siglo XVII un retablo de principios del siglo. Se dice que se financió con dinero del gobierno de la provincia y de los encomenderos, pero más importante, comprobamos que no hubiera llegado a existir sin el trabajo de varios indígenas mayas, artesanos y carpinteros, que laboraron en su construcción. Su estructura estaba formada por cuatro cuerpos y ocho columnas y poseía imágenes de varios santos y de la sagrada familia. Aunque mejor dejemos que Cogolludo nos lo describa en persona. Su lenguaje raro y su extraña ortografía nos recuerdan en todo momento que vivió en un tiempo distinto al nuestro, en el que las “U”s y las “V”s eran intercambiables.
Por Altar Mayor tiene vn Retablo de tres cuerpos de igual proporcion à la vista, y por remate otro de diuersa. Contiene en si cada cuerpo ocho colunas, a cada dos formas vn nicho, que hacen entre ellas catorze (colla entera) y haze cada vno vna figura redonda de primorosa escultura, quedando entre vno, y otro vn tablero de pincel. La calle de el medio tiene en el primer cuerpo el Sagrario de Arquitectura Chorintia: es de dos cuerpos con su cupula, y remate. En el segundo esta el Titular, y Patron San Ildefonso de medio relieue; el tercero tiene vna tabla de la assumpcion de nuestra señora de la misma escultura; el quiarto y vltimoes vn deuoto Crucifixo, à cuyos lados corrésponden vna Imagen de la Virgen de talla entera, y otra de el Euangelista San Iuan. Cierra toda esta fabrica con vn arco redondo, cuyo medio ocupa vna Imagen del Eterno Padre de medio relieue, correspondiénte à las tablas de la calle del medio, y à los extremos las dos virtudes de Fè, y Esperanҫa, terminando ambos lados dos escudos de las Armas de nuestros Católicos Reyes. Ocupa toda la testera de la naue, y por lo alto hasta el principio de la boueda.
            El retablo decoró la Catedral durante más de cien años, hasta que los cambios en el gusto artístico de mediados del siglo XVIII convencieron al Obispo Fry Ignacio de Padilla y Estrada de que era tiempo de destruirlo y sustituirlo por una obra más monumental, ostentosa y acorde a los gustos de la época. Así, el Obispo mandó desmantelar el viejo retablo y construir uno de estilo neoclásico que cubriera en su totalidad el frontis principal de la Catedral. Para su realización mandó traer artistas extranjeros que estuvieran versados en las más recientes tendencias artísticas. El retablo ya no existe hoy. Si queremos conocer cómo fue, tendremos que buscar el testimonio de algún otro personaje. Alguien que lo haya descrito en persona. Qué tal el de Crescencio Carrillo y Ancona, un sacerdote yucateco del siglo XIX que llegó a ser obispo y escribió muchas cosas sobre su mundo. He aquí su testimonio, fijémonos que su forma de escribir y su ortografía más cercana a la nuestra nos dan constancia de que sus tiempos ya no son los de Cogolludo.
Fórmanlo tres cuerpos de orden compuesto, con diez y seis estatuas engastadas en sus nichos, que abiertos aparecen entre los mil afiligranados adornos de columnas y capitales, basamentos y cornisas con arabescos y molduras que realzan la gigantesca escultura finamente dada toda de oro. Costó muchos miles de pesos, pues solo para el dorado que se hizo después de su muerte, [Ignacio de Padilla] dejó la cantidad de diez y nueve mil pesos.
Este enorme retablo, cubierto de oro en su totalidad, debió haber impresionado los ojos y las mentes de los católicos devotos y laicos curiosos durante más de 150 años. Su existencia llegó a su fin el 24 de septiembre de 1915, cuando un grupo de obreros amotinados que defendían las acciones reformistas del gobernador revolucionario Salvador Alvarado entraron a la iglesia, símbolo de la clase alta y conservadora, y despedazaron el antiguo retablo (Me siento confundido, me entristece la pérdida de la obra artística, pero otra parte de mi quiere exclamar ¡Viva la Revolución!). No sabemos qué sucedió con las piezas del retablo. Según cuenta el historiador Jorge Victoria Ojeda, algunos testigos del suceso afirmaban que fueron vendidas a un carpintero para que las hiciera muebles. Este rumor es probablemente sólo una leyenda, aunque sea gracioso considerar que en algún lado el trasero de alguna persona descansa sobre un mueble sacro.
Orgullosos sobre los resultados ahora obtenidos, podemos sentarnos con nuestra pipa y boina de detectives a observar con calma el Cristo de la Unidad que actualmente decora el frontis de la catedral y que data de 1967. En términos muy generales, es así cómo trabajan los historiadores. Tratando de reconstruir el pasado a través de los distintos fragmentos de aquel que han llegado hasta nosotros. Pero nuestra búsqueda aún tiene mucho futuro por delante ¿Cuántas historias más no guardarán los retablos? ¿Por qué se adoraba en el primero a San Ildelfonso y a la Sagrada Familia? ¿Por qué el segundo se encomendó a artistas extranjeros y no a locales? ¿Por qué finalmente se decidió edificar una cruz gigante en vez de un nuevo retablo? Habrá que seguir investigando, pero por mientras nos distraemos en algo más mundano, en pensar que una catedral puede ser un lugar muy bonito para hacer una biblioteca.
Bibliografía citada.
Carrillo y Ancona, Crescencio, El obispado de Yucatán historia de su fundación y de sus obispos. Segundo tomo, 1677-1887, Fondo Editorial de Yucatán, Mérida: 1979.
López de Cogolludo, Diego, Historia de Yucatán, Editorial Académica Literaria, México: 1957 [1688]
Victoria Ojeda, Jorge "El retablo mayor de la Iglesia Catedral de Mérida" en Boletín de la Escuela de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán, Noviembre-Diciembre, N. 63: 1983, pp. 32-36.


jueves, 17 de septiembre de 2015

Los verdaderos patriotas hacen preguntas.



Admito que nunca he cantado con orgullo el himno mexicano, ni he sido uno de esos patriotas que gritan con fervor el 16 de septiembre y que me importa un carajo la bandera nacional. Creo que esos símbolos, si bien dan cierto tipo de cohesión e identidad a la población, son una herramienta ideada por los gobiernos para acrecentar su poder de manipulación sobre nosotros "¡Tienes que morir por la patria!" Han exclamado varios "¡Los verdaderos patriotas obedecen!" Han continuado.  Pues no me parece. Creo que el patriotismo así formulado lleva a la formación de una sociedad manipulable, xenofóbica e incluso tal vez racista. 

      ¿Qué es para mí ser un patriota? Para mí un patriota es aquel que se preocupa por mejorar las condiciones de vida de las personas que comparten el mismo sistema jurídico en que vive. Es decir, que viven en su mismo Estado y bajo las mismas leyes. El verdadero patriota pues, es aquel que respeta la ley, que fomenta su respeto y su aplicación, y  que al mismo tiempo se preocupa por entablar discusiones racionales y legales con sus compatriotas para decidir que leyes es conveniente modificar en un momento dado, y cuáles no. Un patriota así entendido también es aquel que sabe que no lo sabe todo sobre la política y la vida social, y que por lo tanto está dispuesto a escuchar lo que los demás tienen que decirle. Es una persona crítica. 

      Toda buena crítica debe empezar por reconocer las cosas que le parecen acertadas y que considera pertinente conservar. Así, reconozco que en los últimos 20 años ha habido un movimiento en el país hacia la formación de un Estado Garante. Es decir, aquel que al menos tiene entre sus propósitos defender los derechos humanos y las libertades políticas (o el derecho a la no opresión política). Es también una forma de gobierno en la que se reconoce que no existen políticas buenas a priori, por lo que sabe que a menudo cometerá errores y que será necesario tener medios para detectarlos y corregirlos. Ciertamente no es un estado perfecto.

      En México, la transición hacia el Estado Garante se ha estancado desde hace ya varios años, y sé que es difícil que la población civil presione al gobierno cuando la Constitución que estipula sus derechos para hacerlo es poco respetada. El que la ley significa poco para los poderosos en nuestro país parece ser un hecho, esto lo ejemplifican los varios casos de corrupción en el gobierno y la impunidad vigente. Sólo por mencionar un caso, en Yucatán desaparecieron unos 110 millones de pesos durante la gestión de una gobernadora que estaban destinados a la construcción de un hospital en Tekax. Hoy en día el dinero sigue desaparecido, el hospital no existe y la persona que gobernaba es diputada de la República. No escribo a adrede el nombre de la mandataria pues, amparándose en un supuesto derecho al olvido, la clase política mexicana ha conseguido que el IFAI remueva de los buscadores, bajo solicitud previa,  las páginas de internet que mencionan sus nombres en situaciones poco cómodas. Y este es sólo un ejemplo de cientos. Sobra mencionar aquí el caso de la Casa Blanca que llegó a su fin de manera patética. 

      La corrupción y la impunidad son a mi juicio los dos grandes fenómenos que hoy en día se oponen a la consolidación del Estado Garante en México. Y estos factores no son sólo endémicos a la clase política. Recientemente en Mérida, Pemex descubrió que un empresario importante de la región le ponía etanol a la gasolina en las gasolineras de su propiedad. Este crimen amerita según la ley el retiro de la concesión a su propietario. Es cierto que el caso es reciente, pero nada parece indicar que se vayan a realizar los juicios pertinentes. El capitalismo en un sistema corrupto degenera en capitalismo clientelista, fenómeno que también interrumpe la formación de un estado garante en el país, la lucha contra la pobreza, la justa remuneración del trabajo y el cuidado del medio ambiente. 

      Lo que es aún peor, ante la adversidad ningún partido político parece tener el compromiso de luchar por un Estado dónde las leyes se respeten. Hasta la fecha, el PRI jamás ha sido ni revolucionario ni institucional. El PAN en el poder se ha mostrado muy tímido a la hora de castigar la corrupción y parece haber encontrado cierto gozo en participar de ella. La social democracia que supuestamente representa el PRD ha degenerado en un partido de sectas y clientelismo. Y ante el oscuro panorama, Morena ha hecho negocio vendiendo esperanza a la gente y un candidato presidencial que no se caracteriza por ser muy respetuoso de las instituciones, ni muy tolerante a la hora de juzgar a los que sostienen ideas políticas contrarias a la suya. No me parece entonces que exista ninguna opción viable en los partidos políticos para continuar el proceso de construcción del Estado Garante mexicano. 

Carl Sagan, de quien he tomado el título de esta entrada, escribió en una ocasión. 

[Thomas] Jefferson era un estudioso de la historia, no sólo la historia acomodaticia y segura que alaba nuestra propia época, país o grupo étnico, sino la historia real de los humanos reales, nuestras debilidades además de nuestras fuerzas. La historia le enseñó que los ricos y poderosos roban y oprimen si tienen la mínima oportunidad […] Enseñó que todo gobierno se degenera cuando se deja solos a los gobernantes, porque éstos –por mero hecho de gobernar- hacen mal uso de la confianza pública. El pueblo, en sí, decía, es la única fuente prudente de poder.
Pero le preocupaba que el pueblo –y el argumento se encuentra ya en Tucídides y Aristóteles- se dejase engañar fácilmente. Por eso defendía políticas de seguridad, de salvaguardia. Una era la separación constitucional de los poderes; de ese modo, varios grupos que defendieran sus propios intereses egoístas se equilibrarían unos a otros e impedirían que ninguno de ellos acabase con el país: las ramas ejecutiva, legislativa y judicial; la Cámara de Representantes y el Senado; los estados y el gobierno federal. También subrayó, apasionada y repetidamente, que era esencial que el pueblo entendiera los riegos y beneficios del gobierno, que se educara e implicara en el proceso político. Sin él, decía, los lobos lo engullirán todo.
        Cómo ya lo señalaba Jefferson, no es sorprendente entonces que las soluciones parezcan descansar en las manos de la sociedad civil organizada. Pero el camino por esta vía también es difícil. Hay que ser inteligentes. Manifestémonos, escribamos, critiquemos, ejerzamos nuestra ganada libertad de expresión, y defendámosla de los que desean vernos callados. Aprovechemos las puertas que el derecho internacional nos abre, como demuestra el caso de Ayotzinapa, el gobierno ha firmado una gama variada de tratados internacionales que lo comprometen a proteger los derechos humanos. Usemos estas vías. Para combatir la corrupción y la impunidad no debemos fomentar acciones personalistas venidas de un líder carismático, sino el respeto a las instituciones, a la ley y al derecho del juicio digno. Sí, lo admito, las vías legales son mucho más aburridas y menos espectaculares que las decisiones arbitrarias impulsadas por el movimiento del dedo índice de un presidente todo poderoso; pero hay que defender su uso pues ellas precisamente existen para protegernos de los líderes todos poderosos. En suma, hay que pasar lista de lo que hemos ganado y lo que no queremos perder antes de empezar cualquier camino de reforma. Hay que saber escuchar a nuestros críticos y, sobre todo, hay que ser críticos de nosotros mismos.

martes, 8 de septiembre de 2015

¿Para qué sirven los plurinominales?



Probablemente hayan oído hablar de los plurinominales. La palabra tiene aspectos técnicos, aunque aquí en México la usamos para referirnos a los diputados o senadores que llegaron al congreso sin haber ganado una elección y que son electos mediante una fórmula de representación proporcional. Está bueno, pero uno no conoce la naturaleza de una especie de pájaro solo por haberle puesto nombre y apellido, así que para aclarar lo que significan estas palabras propongo que tomemos el siguiente barco al archipiélago de Ejemplistán. 


      Supongamos que Ejemplistán es un país muy pequeño, y por ello su congreso está compuesto por sólo 5 diputados, cada uno representante de una de las 5 provincias en que se divide Ejemplistán. Conocidas como Ja, Je, Ji, Jo y Ju, y que pueden apreciarse en el mapa. De tal manera que cada provincia elige solamente un representante para el congreso. 

Jorge Laris 

      En el año 2000 hubo elecciones para la Cámara de Diputados de Ejemplistán. Por el bien de la sencillez, cabe destacar que el sistema partidista de dicho país es un bipartidismo, en el que el Partido Mermelada y el Partido Chocolate se reparten el control del gobierno. De tal suerte que los ciudadanos al acudir a las urnas sólo pueden votar por el candidato del Partido Mermelada o el Partido Chocolate o anular su voto. Pero como fue un muy buen año para el país, ninguno de los 50,000 votantes recurrió a esta última opción. 


       Al día siguiente de las elecciones, los ejemplisteños se levantaron temprano para toparse con la sorprendente noticia de que el Partido Mermelada había ganado por estrecha diferencia en cuatro de los 5 territorios. La elección había sido especialmente pareja en el territorio de Ji, dónde los mermelados obtuvieron apenas una ventaja de 2% sobre sus competidores. Los resultados se presentan en la tabla de abajo. 

Territorio
Votos para el Partido Mermelada
Votos para el Partido Chocolate
Ja
54%
46%
Je
59%
41%
Ji
51%
49%
Jo
53%
47%
Ju
48%
52%

      Lamentablemente para los ejemplisteños, los asientos del congreso se reparten solamente por medio de la elección directa, así que sólo los candidatos ganadores en las elecciones tienen derecho a un puesto. Como consecuencia, la disparidad entre los votos y la distribución final de la Cámara de Diputados de Ejemplistán es rotunda, como se muestra en la siguiente gráfica de pasteles.
Jorge Laris
      Resulta entonces que el 80% del Palacio Legislativo estará ocupado por miembros del Partido Mermelada. Cosa que no ocurría desde principios del siglo XIX y que causó mucha preocupación en los miembros del Partido Chocolate y más disgusto aun en sus votantes, quienes no se sentían adecuadamente representados por la nueva distribución del congreso.


      Imaginemos, pues, que ante el triste panorama un científico loco ejemplisteño inventa una máquina del tiempo que le permite regresar a 1998, dos años antes de las elecciones, y se las ingenia para convencer a los congresistas de su país para que reformen la ley electoral. De tal manera que el nuevo texto de ley permita la elección de diputados por medio de la representación proporcional. 


      La nueva ley contempla agregar 4 diputados de representación proporcional a los 5 existentes de elección directa. Representación proporcional significa que los nuevos asientos serán repartidos de acuerdo al porcentaje de votos que cada partido obtuvo en la jornada electoral, en lugar de dárselos directamente al ganador. También, para hacer más certera la repartición, se prohíbe que algún partido acabe con 8% más de representación en el congreso del que tuvo en las elecciones. Es decir, si un partido obtuvo 30% de los votos en la jornada electoral, no podrá tener más del 38% del congreso. 


      La nueva ley se estrenará en las elecciones del año 2000, donde se repiten exactamente los mismos resultados que habían acaecido en el universo alternativo. Por suerte, en esta nueva temporalidad existe una ley de representación proporcional. De modo que la brecha entre los votos y la representación legislativa no será aquí tan grande. La nueva ley entra en acción.  
 

      El primer paso es determinar cuántos de los 5 asientos repartidos por elección directa le tocan a cada partido. Esto es fácil. El Partido Mermelada ganó en 4 territorios por lo que le tocan 4 diputados, mientras que el Partido Chocolate ganó solamente en un territorio, por lo que se queda con 1 diputado. Pan comido.


      El siguiente paso es un poco más complejo. Consiste en determinar cómo se repartirán los 4 asientos restantes de representación proporcional. La ley señala claramente los pasos. Primero, se calcula un cociente natural, que no es más que el número total de votos dividido entre el número de asientos que se van a repartir en el congreso de manera proporcional. 


Cociente natural: (Total de votos/Asientos disponibles) = (50,000/4) = 12,500



      El siguiente paso consiste en dividir el número de votos de cada partido entre el cociente natural obtenido arriba. El resultado será el número de asientos plurinominales que se le darán a cada partido.


Asientos de representación proporcional para el Partido Mermelada: (Votos para Mermelada/ Cociente natural) = (26,900/12,500)= 2.2 2


Asientos de representación proporcional para el Partido Chocolate: (Votos para Chocolate/Cociente natural) = (23,100/12,500) = 1.8 2



      Redondeando los resultados vemos entonces que a ambos partidos les tocan 2 asientos. Sumando los diputados de representación directa a los nuevos diputados de representación proporcional observamos que el Partido Mermelada tendrá 6 diputados y el Partido Chocolate 3. La nueva repartición de la cámara se muestra abajo. Aun no es una representación exacta de lo que votó la gente, pero ciertamente es más cercana que la primera vez.

Jorge Laris

      ¡Pero esperen! ¡Qué bochorno! ¡Hemos olvidado por completo que la nueva ley electoral prohíbe explícitamente que algún partido acabe con más del 8% de representación del que obtuvo en las urnas. El Partido Mermelada ganó el 53% de los votos, pero al tener 6 de 9 asientos en la cámara controla el 67% de esta. Esto es más del 61% que le permite la ley ¡Qué pena! Tendrá que donar uno de sus asientos a la oposición. Y cómo la única oposición es la de los chocolatosos, ellos reciben el asiento. Ahora que hemos arreglado este pequeño detalle, esta será la nueva distribución del congreso.

Jorge Laris 

      El paralelismo entre los votos y la distribución de la cámara ha mejorado bastante, aunque sigue sin ser exacta. Es importante mencionar que existen varios métodos para organizar sistemas que tomen en cuenta la representación proporcional. Por lo que hay gente que se dedica a pensar cómo hacer modelos más representativos. El ejemplo aquí dado no es óptimo ni mucho menos, pero es muy semejante al que se utiliza en México para distribuir los asientos de representación proporcional en los congresos. 


      En México, la Cámara de Diputados de la Federación se compone de 500 diputados, 300 de los cuales son electos mediante la fórmula de la representación directa y 200 por medio de la fórmula de representación proporcional. Además de que ningún partido puede tener una representación superior al 8% de los votos que obtuvo, el límite de asientos máximos al que puede aspirar un solo partido es de 300. En la Cámara de Senadores 64 representantes son elegidos de manera directa y 32 de forma proporcional. 


      Sabiendo esto, podremos valorar mejor la manera en que quedó dividida la cámara de diputados tras las elecciones de julio del 2015. Abajo podrán observar la división final de dicho recinto, comparada con la votación general y con la manera en que hubiese sido repartida la cámara  si no existiesen los plurinominales. Nos damos cuenta de que la fórmula de representación proporcional ayudó a quitarle asientos al partido dominante, el PRI, y a repartirlos entre los demás partidos. Los partidos que perdieron el registro (PT y PH) no reciben diputados de representación proporcional y tampoco los candidatos independientes. 

 
      Vemos pues que la repartición de la cámara aun no representa exactamente a los votos de las personas, pero también observamos que es un poco más cercana a la votación efectiva que si no existiesen los diputados plurinominales. Si gustan un ejemplo de la vida real de lo que puede suceder cuando no existe la representación proporcional en un congreso, vean lo que sucedió en las últimas elecciones parlamentarias en el Reino Unido. Hay una brecha muy grande entre lo que la gente votó y la composición final del parlamento.

Fuente: GCP Grey
      He decidido traer este tema a colación porque en nuestro país los diputados y senadores plurinominales tienen una mala reputación, bien ganada, porque suelen ser personajes a los que sus partidos les asignan los asientos proporcionales como premios. Por este medio, políticos que son valorados como especialmente corruptos y gañanes obtienen un puesto de representación popular. Sin embargo, vemos que la idea detrás de su existencia tiene sentido e importancia. La ley de la representación proporcional en nuestro país ciertamente es imperfecta, tiene muchos errores y necesita reformularse y mejorarse. Pero creo que antes de convencernos de que el país estaría mejor sin los diputados plurinominales, es decir, antes de decidir eliminar esta fórmula de representación, debemos de ser conscientes de lo que estaríamos perdiendo.