martes, 20 de diciembre de 2011

En busca de una moral sin Dios.



El pensamiento ateo ha estado presente en la filosofía occidental ya desde los tiempos de los griegos. Epicuro, padre del epicureísmo, por ejemplo, es famoso por haber dudado de la existencia de los dioses o de dios. Se basaba en la premisa de que ningún dios digno de alabación pudo haber creado el mal,y cómo el mal existe, entonces, si hay dioses estos no deben de preocuparse por el bien humano, y en dado caso, no debemos de darles el honor de llamarlos dioses. 


      Sin embargo, los filósofos griegos pensaban distinto a nosotros. Las relaciones que ellos trazaban entre divinidad y moral eran fundamentalmente diferentes a las nuestras. En efecto, desde el punto de vista cristiano, la moral es algo absolutamente predeterminado por un dios creador que juzga todos nuestros actos. Para los griegos esto era muy diferente, sus dioses, en general, no se mostraban tan preocupados por juzgar los actos de los hombres, y en caso de que así fuese, generalmente podría encontrarse dentro de su panteón a un dios que apoyara nuestro actuar. Así no era raro que un filósofo griego, como en el caso de Epicuro, propusiera sistemas morales laicos. 

      Lo más probable es que nunca estemos seguros de las causas que sumergieron al periodo clásico en los abismos de la edad medieval, pero lo que sí es un hecho es que, durante aproximadamente mil años, en Europa la luz de la crítica se apagó, o cuando menos fue atacada vehementemente. Así, esos mil años europeos parecen haber sido tremendamente pobres en lo que a actividad filosófica crítica y natural se refiere. La que se desarrolló oficialmente tuvo como problema al dios cristiano y al cristianismo. 

      Poco a poco, la luz de la crítica y el cuestionamiento volvió a aparecer en el lejano horizonte de aquella época. Pensadores como Okham pusieron en duda la existencia de un dios omnipotente, pues afirmaba que las leyes de la lógica pierden sentido cuando existe alguien que las puede romper; por lo tanto, lógica y omnipotencia no pueden coexistir en un universo. Y una vez resembrada la semilla de la duda esta echó raíces, y unas muy profundas. 

      Así, empezaron a hacerse presentes las críticas moderadas a la idea de dios, hasta que eventualmente volvieron a aparecer filósofos que la negaban, como el famoso Voltaire. Pero estos filósofos nunca cuestionaron la idea de la existencia de valores morales absolutos, basados, en cierta medida, en la idea de que la vida humana tiene un propósito. En que la esencia precede a la existencia. Sartre expresa mucho mejor esta idea: 

En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la noción de dios es suprimida, pero no pasa lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia. Esta idea la encontramos un poco en todas partes: la encontramos en Diderot, en Voltaire y aun en Kant. El hombre es poseedor de una naturaleza humana; esta naturaleza humana, que es el concepto humano, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal; en Kant resulta de esta universalidad que tanto el hombre de los bosques, el hombre de la naturaleza, como el burgués, están sujetos a la misma definición y poseen las mismas cualidades básicas. Así, pues, aquí también la esencia del hombre precede a esa existencia histórica que encontramos en la naturaleza.
Si dios no existe, entonces los valores morales que él representa tampoco existen. Tal vez el primer filósofo moderno en entender el problema que significaba para la moral el cortarle la cabeza a dios haya sido Nietzsche cuando exclamó que “Dios ha Muerto”.  Por eso es pertinente entender la angustia que carcomía el interior de este filósofo al admitir la no existencia de dios. 


También nosotros, los que hoy estamos en camino de conocer, nosotros ateos y antimetafísicos encendemos nuestro fuego en la lumbre que ha encendido la fe de milenios, esa fe cristiana, […] que la verdad es divina. Pero ¿Qué ocurre cuando esto precisamente se hace cada vez más increíble, cuando ya no se presenta nada divino, de no ser el error, la ceguera, la mentira... cuando el mismo Dios se nos presenta como la mayor mentira? Nietzsche. Gaya Ciencia.
 Se desfonda el mundo. La muerte de Dios. 


 

Si queremos entender el problema de Nietzsche con la moral, primero debemos de entender cuáles fueron las razones que lo llevaron a negar la idea de Dios. El papá de Nietzche era un padre protestante y su familia era muy religiosa, lo que de alguna forma reprimió desde pequeño sus deseos al inculcársele una doctrina moral en la que uno necesita sufrir y sacrificarse continuamente, en la que la que la felicidad está estrechamente relacionada con el pecado. Esta moral sataniza además el cuerpo, la razón y la individualidad, cosas que Nietzsche apreciaba. Así, era de esperarse que al crecer, y empaparse con las ideas de Voltaire y otros grandes pensadores, él terminaría por hacer a un lado la idea de dios. Sin embargo, antes de negar por completo a Dios Nietzsche buscó una nueva fe en el budismo; fe que finalmente rechazó también por encontrar en ella el mismo problema que en el cristianismo: la divinización de una moral absoluta.

      De esta manera, convencido de que la idea de Dios era un obstáculo para alcanzar la felicidad y disfrutar la vida, Nietszche renunció por completo a ella. Para él, disfrutar la vida era algo necesario. La felicidad la encontró en la búsqueda sin fin de conocimiento. 

¡No! ¡La vida no me ha decepcionado! Año tras año la encuentro más verdadera, más deseable y misteriosa. Desde el día en que el gran libertador vino sobre mí: el pensamiento de que la vida puede ser un experimento del que se está en camino de conocer. [...] La vida es un medio para el conocimiento [...], con este principio en el corazón puede uno vivir no sólo valientemente, sino hasta alegremente y reír con alegría. Nietzsche. Gaya Ciencia.

      Sin embargo, Nietzsche se dio cuenta de un problema muy serio, que al eliminar a dios se eliminaba el sustento de toda moral absoluta, y de hecho criticó fuertemente a los ateos que creían en este tipo de moral. En este sentido, el problema de Nietzsche nunca fue con dios, sino con la moral absoluta que las ideas de dios traen con sigo. Por eso no debe de sorprendernos que critique también a los socialistas y políticos que defienden una moral de estas características.

Los políticos, los socialistas, los predicadores de penitencia con cristianismo o sin él, los que no se permiten alcanzar éxitos medianos, todos estos hablan de deberes y, por cierto, de deberes siempre con carácter de incondicionados. […] En donde el interés enseña el sometimiento, mientras la fama y el honor parece que lo prohíbe. Nietzsche. Gaya Ciencia. 
Fue en este punto donde Nietzsche se dio cuenta de la procedencia inevitable del nihilismo, pues si la naturaleza no tiene un valor real, los humanos no tenemos un sustento sólido sobre el cual valorar. Pero la idea del nihilismo nunca le agradó: “Lo último sería el nihilismo, pero ¿No sería también el nihilismo lo primero?” En efecto, para él el nihilismo no podía ser diferenciado del absolutismo, pues en ambos casos se encontraba una verdad que impedía la apreciación de la vida. Si nada es digno de valorar, entonces la vida no puede ser disfrutada, y en ese caso ¿Por qué no mejor nos suicidamos? Así, convencido de que era posible encontrar una nueva forma de valorar, invita a los filósofos a encontrar esta nueva moral, no solo atea, sino flexible, que permita disfrutar la vida, y que no sea razón para la evasión o el sometimiento “¡A los barcos, filósofos!” exclamó en más de una ocasión.

Efectivamente nosotros, filósofos y espíritus libres, ante la noticia de que el viejo Dios ha muerto, nos sentimos como iluminados por una nueva aura; nuestro corazón se inunda entonces de gratitud, de admiración, de presentimiento y de esperanza. Finalmente, se nos aparece el horizonte otra vez libre, por el hecho mismo de que no está claro y por fin es lícito a nuestros barcos zarpar de nuevo, rumbo hacia cualquier peligro; de nuevo está permitida toda aventura arriesgada de quien está en camino de conocer; la mar, nuestra mar se nos presenta otra vez abierta, tal vez no hubo nunca, aún, una mar tan abierta. Nietzche. Gaya Ciencia. 
A lo largo de los siglos XX y XXI varios filósofos han atendido la invitación de Nietzsche y han abierto las velas en busca de crear una nueva moral que se preocupe por elevar nuestra vida, permitiéndonos disfrutarla y, al mismo tiempo, convivir en sociedad armoniosamente. Trataré aquí la respuesta que Sartre dio a ese acertijo. Debo aclarar en este punto que no considero que Nietzsche y Sartre hayan sido los únicos protagonistas en este proceso, pues ellos formaron parte de un complejo social que dirigió su forma de pensar. Pero, por otro lado, sí considero que es posible trazar una línea más o menos recta entre los dos procesos de los cuales ellos formaron parte. Los tomo aquí como personajes representativos de una corriente de ideas. De cualquier manera, Sartre trató de resolver el problema de la moral atea, y decidí hablar de él puesto que hoy comparto gran parte de su respuesta, así pues proseguiré a describirla. 



La existencia precede a la esencia. 

El enfoque que utiliza Sartre para dirigir su moral es el existencialismo, en específico el existencialismo ateo. Según esta corriente filosófica, la existencia precede a la esencia; lo que quiere decir que si dios no existe, entonces los humanos no nacemos con un cometido en la vida; en otras palabras, primero existimos y después desarrollamos un propósito y la idea de quienes somos. “El hombre no es otra cosa que lo que él se hace” y, en consecuencia, el hombre es responsable de lo que hace de sí mismo. 

      Pero para Sartre la responsabilidad de crear el tipo de persona que quiero ser involucra a la humanidad entera. En efecto, para este autor no hay ninguno de nuestros actos que al crear a la persona que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen de todas las personas tal como consideramos que deben ser. De esta forma, siempre que actuemos debemos preguntarnos ¿Qué sucedería si todos hicieran lo que yo hago? Y si nuestra respuesta es que no todo el mundo procede así, entonces somos una persona que se está engañando a sí misma, somos alguien que no está bien con su conciencia y queremos encontrar una excusa para justificar nuestra manera de actuar. 

      Claro que sería verdaderamente estúpido creer que vamos a poder lograr las cosas solo porque nos las hemos propuesto, puesto que siempre existirán impedimentos en nuestras circunstancias y estaremos sujetos a las posibilidades que encontremos en nuestro contexto social y biológico. Llegando a este punto conviene hacer una aclaración: No podemos contar con que los posibles van a acontecer como nosotros queremos que sucedan.

A partir del momento en que las posibilidades que considero no están rigurosamente comprometidas por mi acción, debo desinteresarme, porque ningún dios, ningún designio, puede adaptar el mundo y sus posibilidades a mi voluntad. Sartre. El existencialismo es un humanismo
      Si usted lector piensa como yo, entonces en este momento estará pensando que el existencialismo lleva al quietismo, a no hacer nada dado que nada puedo hacer. Al contrario, significa que debemos de obrar con inteligencia. Que es mejor de proceder de manera casi estoica y aprender a distinguir entre las cosas que podemos cambiar y las que no. Enfocando nuestros esfuerzos en cambiar aquellas cosas en nuestro poder, y tal vez así veremos crecer nuestro campo de acción. También Sartre nos incita a aprender a actuar aun cuando no tengamos certeza. Daré un ejemplo simple: Si el vuelo de mi hermano llega a las dos de la tarde al aeropuerto de la ciudad y yo me he comprometido a ir a recogerlo, entonces debo de ir por él, puesto que la posibilidad de ir o no ir al aeropuerto está determinada por mi acción; sin embargo, el hecho de ir al aeropuerto no me garantiza que en el camino no habrá tráfico, ni que el avión de mi hermano no se valla a retrasar o a caer, pero esas posibilidades están fuera de mi marco de acción; por lo tanto mi actuar solo debe restringirse a ir al aeropuerto. Esto hace al existencialismo una filosofía de la práxis o de la acción.  



       Otra de las características que hacen del existencialismo una filosofía de la praxis, es que dice que las personas no somos otra cosa que lo que hacemos. Es decir, que nuestros planes e ideas no son nada si no son llevadas a cabo. Así, el hecho de decir: “Yo podría haber realizado una novela muy bonita” no significa nada, lo que realmente tiene un significado y me define como persona es todo lo que de hecho sí he escrito en mi vida. De esta forma, cada individuo no es más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida. Y de esta forma queda claro que el existencialismo es una filosofía de praxis muy alejada del quietismo ¿Pero qué pasa cuando dos personas encuentran que su actuar se enfrenta?

¿Cómo es posible hacer juicios morales si no existe Dios?

Ahora nos encontramos con un nuevo problema, más grave aún que el anterior: Sí cada quien inventa su propia moral, y la moral que quiere para el mundo ¿Qué puede impedir que alguien intente imponerla por la fuerza a los demás? Y además ¿Cómo es posible juzgar moralmente a alguien más? Preguntas ambas que es imprescindible responder, pero para ello hay que remontarnos primero a los tiempos de Descartes. 

      En efecto, todas las construcciones de nosotros mismos que podemos hacer son subjetivas, pero están basadas en un sólo hecho objetivo. Un hecho de la mayor importancia, todo el que piensa, existe (y todo el que duda piensa). Al descubrirnos a nosotros como seres pensantes, podemos darnos cuenta que los demás seres humanos son también seres pensantes como nosotros. Nos vemos forzados entonces a reconocerlos como iguales. 

      Así, la persona se da cuenta de que es imprescindible que los demás se reconozcan a si mismos como seres pensantes para que ella misma sea reconocida por los otros como una semejante. Al caer en la cuenta de este hecho sorprendente, nos damos cuenta también de que todo lo que otra persona es capaz de pensar y creer, podría ser creído y pensado por nosotros mismos. No importa la manera en que los demás piensen sobre el mundo, ni lo que piensen que significa su vida, lo importante es que esas definiciones son creaciones humanas que pueden ser comprendidas y compartidas por cualquier otra persona. En este sentido existe lo universal.

      De esta manera, ante la pregunta de si es posible juzgar, se responde que en cierta medida y que no en otra. No es posible juzgar en el sentido en que una vez que alguien ha elegido el tipo de moral que quiere, es imposible forzarle a cambiar de opinión, sólo podemos intentar convencerlo con argumentos racionales y viceversa. Por otro lado, es posible juzgar porque si admitimos que cada persona es libre de inventar su propia moral y que uno se elige frente a los demás, entonces todo el que pretenda imponer su moral sobre otro es una persona incongruente con sigo misma y con los demás. Alguién que no comprende la responsabilidad de sus acciones. Dicho en otras palabras, es un acto malvado todo aquel que intenta interferir en la libertad de los demás para buscar el significado de su existencia.

Si hemos definido la situación del hombre como una elección libre, sin excusas y sin ayuda, todo hombre que se refugia detrás de la excusa de sus pasiones, todo hombre que inventa un determinismo, es un hombre de mala fe [...] Y además puedo formular un juicio moral. Cuando declaro que la libertad a través de cada circunstancia concreta no puede tener otro fin que quererse a sí misma, si el hombre ha reconocido que establece valores en el desamparo no puede querer sino una cosa, la libertad como fundamento de todos los valores. Esto no significa que la quiera en abstracto. Quiere decir simplemente que los actos de los hombres de buena fe, tienen como última significación la búsqueda de la libertad como tal. [...] Y al querer la libertad descubrimos que depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de la nuestra. [...] Así, aunque el contenido de la moral sea variable, cierta forma de moral es universal. Sartre. El existencialismo es un humanismo.

Observaciones de salida. 



De esta forma hallamos una solución válida para los dos problemas que nos planteamos con anterioridad, y nos damos cuenta de que hemos podido desarrollar una moral atea coherente que garantiza la posibilidad de disfrutar la vida y se muestra en contra de aquellos que desean imponer su libertad sobre la de los demás; pero más importante, que admite y le da valor a la subjetividad humana, y entiende que de ella hay tantas interpretaciones posibles como humanos. Hay que recordar en este punto que el existencialismo no es un fin, y que ni siquiera intenta serlo; es más bien un principio que intenta fundamentar un tipo de moral subjetiva en el sentido en que es creada por cada persona, pero objetiva en el sentido en que es necesaria para que se den las relaciones humanas, reales y que iluminan nuestra vida con calor y dicha cuando nos ayudan a descubrirnos a nosotros mismos. 
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Lecturas Recomendadas
-Chávez Calderón, Pedro, Historia de las Doctrinas Filosóficas, Pearson, México, 2008.
-Jiménez Moreno, Luis, “Introducción y Apéndice”, El Gay Saber o Gaya Ciencia, de Friedrich Nietzche, edición y traducción de Luis Jiménez Moreno, Colección Austral, Madrid, 2000.
-Nietzche, Friedrich, El Gay Saber o Gaya Ciencia, edición y traducción de Luis Jiménez Moreno, Colección Austral, Madrid, 2000.
-Sagan, Carl,  Cosmos, Una evolución cósmoca de quince mil millones de años que ha transformado la materia en vida y consciencia, Editorial Planeta, Barcelona, 1982.
-Sartre, Jean Paul, El existencialismo es un Humanismo, EMU, México, 2008.



miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mesoamérica: ¿Una o varias religiones?

Esta pregunta ha sido la razón de grandes discusiones, y diálogos un tanto menos violentos, entre distintos científicos. La razón es que las religiones que encontramos relacionadas con las distintas culturas del área poseen los mismos fundamentos básicos; es casi como si se hubieran construido sobre los mismos pilares.
Un ejemplo muy claro de este curioso fenómeno lo encontramos si comparamos los nombres de los dioses de la lluvia entre algunas de las distintas culturas del área: Quiáhuitl, nombre alternativo del dios Tlaloc de los nahuas, puede ser traducido al español como “lluvia”, el dios de la lluvia en Cholula se llamaba coincidentemente Chiconahui Quiáhuitl, Dzahui (para los mixtecas) y Mu’ye (de los otomís), comparten un significado parecido. Uno de los múltiples significados de Chaac también es lluvia y el dios purépecha Tirípeme Curicaueri significa “agua que se descuelga”. Esto es debido, probablemente, a que las civilizaciones mesoamericanas no se formaron como resultado de procesos aislados unos de otros, sino que compartieron un acervo común, del cual emanaron posteriormente distintas manifestaciones culturales.
(Tres mascarones de Chaac -dios maya de la lluvia- debajo de un mascarón superior de Tlaloc -dios náhuatl del mismo fenómeno-, en la ciudad de Maya Puuc de Uxmal en Yucatán).

Un mundo compartido.

Como explica el Dr. López Austin, no hay hasta el momento razones para pensar que las antiguas religiones de los mesoamericanos fueran distinguidas unas de otras. Es incluso plausible sugerir que la identidad cosmológica jugó un importante papel a la hora de establecer relaciones sociales y económicas entre los distintos pueblos mesoamericanos, pues eran poseedores de una base de entendimiento compartida. Los antiguos mesoamericanos se relacionaban muy estrechamente entre sí, viajando de un lugar a otro por razones políticas y comerciales, y algunos arqueólogos creen que es plausible que pararan en ciertos tramos de su recorrido para realizar oraciones a un dios de otra cultura.
Para entender cómo pensamos, es necesario conocer primero nuestros orígenes. Uno de las características fundamentales de la cosmovisión mesoamericana es la importancia que le daban al tiempo. El tiempo para los mesoamericanos lo era todo, y esto no debe extrañarnos mucho, puesto que se trataba de un grupo de sociedades fuertemente vinculadas a la agricultura. El crecimiento de las plantas está a su vez estrechamente relacionado con las estaciones del año, que los mesoamericanos investigaron profundamente para poder delimitar los periodos de cosecha y de siembra necesarios para poder obtener una mayor cantidad de productos. Incluso se sabe que seleccionaron distintas clases de mazorcas de maíz, cada una de ellas especialmente diseñada para ser sembrada en una época especifica del año. Por estas razones desarrollaron un complejo sistema calendárico y la creencia en dioses supremos relacionados con el tiempo.
            Otro componente básico del mundo de los antiguos mesoamericanos eran dos materias con propiedades distintas que conformaban todas las cosas. La primera de ellas era la materia densa, aquella que nosotros consideramos materia normal. El segundo tipo de materia es más liviana que la anterior y se referían a ella como “poco densa”. Esta materia se encontraba en todos los objetos y seres del planeta y los dotaba de sus características esenciales. Los dioses eran los únicos que estaban enteramente conformados por esta sustancia, y esta materia era susceptible de ser infinitamente dividida de acuerdo con los cortes que se le hicieran al objeto. El objeto recibía esta materia “poco densa” por parte del dios específico, de esta manera el dios dotaba al objeto de sus propiedades. Así, por ejemplo, el dios de la tierra se dividía en incontables partes de sí mismo que distribuía a través del mundo a cada rincón donde hubiera un pedazo de tierra. El dios se encontraba de esta manera en todas partes.
 Esta propiedad de los dioses para dividirse también podía ser usada por ellos en dirección inversa. Por ejemplo, cuando el dios de la lluvia de alguno de estos pueblos se encontraba con su respectivo dios del viento, sus sustancias se juntaban y daban origen a un huracán. Cuando todos los dioses se juntaban en un solo ser se creaba el dios supremo del tiempo. Así, queda de nueva cuenta recalcada la importancia que los mesoamericanos daban al tiempo. Por mi parte, me parece que esta interesante visión del mundo podría ser considerada como dialéctica, pues involucra la constante interacción entre los elementos y el cambio de las circunstancias que conforman el universo. Sin embargo, me parece bastante claro que los mayas no tuvieron presente la filosofía dialéctica a la hora de pensar en su religión, así que este concepto no debe ser utilizado literalmente para describir sus creencias. En fin, estos aspectos nos hablan de una cosmología, es decir, una manera de entender el universo.
  
El Universo Para los mesoamericanos


            Para los antiguos pobladores de Mesoamérica, el universo, básicamente, estaba dividido en tres grandes zonas superpuestas unas sobre otras. Abajo se encontraban los inframundos, en el centro el mundo de los seres vivos, y arriba los cielos. Contel lo describe así: “El cuerpo superior, fecundador y dispensador, y el cuerpo inferior, productor y depositario, quedaban separados por postes que impedían su unión”. Estos postes eran cinco enormes árboles o cinco dioses ubicados en cada uno de los cuatro puntos cardinales y en el centro,  en el cual confluían.
            Los dioses bajaban y subían de los distintos estratos del universo a través de estas columnas que jugaban el papel de puentes, y realizaban estos trayectos en distintas épocas del año.
La estructura universal percibida por los mesoamericanos se ve reflejada en muchos de los aspectos de su vida, como son la construcción de sus templos alineados a distintos puntos cardinales e incluso en la forma en que concebían a sus dioses de la lluvia. En efecto, una parte de los dioses de la lluvia mesoamericanos poseían la cualidad de la quadruplicidad y quintuplicidad, puesto que desempeñaban el importante papel de cuidar  la milpa, y por lo tanto su acción, positiva o negativa, debía de ser pluridireccional.
Dos ejemplos claros de este fenómeno son encontrados en Tlaloc y Chaac, a los que Contel describe de la siguiente manera: “bajo su aspecto cuádruple, representan los cuatro pilares que sostienen el mundo”. Uno de los tantos nombres que recibió Tlaloc fue el de Nappatecuhtli, que significa “cuatro veces señor”, era el dios de las cuatro direcciones. Además, se dice que Tlaloc es “compañero de los cuatro vientos” por lo cual se puede concluir que Tlaloc forma un quinto ser, probablemente ubicado en el centro de los cuatro puntos. Por su parte, los pauahtunes eran los dioses de los cuatro vientos y aliados de Chaac, quien es vinculado con el color verde, el color del centro. También el dios zapoteca llamado Cocijo tenía cuatro compañeros cercanos (el viento, la lluvia, las nubes y el granizo) y se han encontrado representaciones de él relacionadas con la ceremonia del Volador, dedicada a los cuatro puntos cardinales. De esta forma queda claro que existían fuertes relaciones entre la percepción que los antiguos mesoamericanos tenían de la estructura del cosmos y la forma en que concebían a sus dioses y realizaban sus rituales.
(La Ceiba era el árbol sagrado de los mayas y unía los tres estratos del universo)

Los mudos que nunca han dejado de cantar.

Las antiguas culturas mesoamericanas poseían una manera particular de ver el mundo, diferente entre ellas en muchos sentidos, pero parecida en muchos otros. A la hora de clasificarlas no hay que olvidar tomar en cuenta estas diferencias y similitudes intrínsecas. Y más importante aún, hay que recordar que las clasificaciones que realizamos los seres humanos son meras invenciones de nuestra imaginación, surgidas de nuestra necesidad por entender el mundo, y por lo tanto no tienen una existencia real. No hay que tratar nuestras clasificaciones y nuestros conceptos como los únicos y verdaderos, si no como herramientas que nos ayudarán a obtener una mejor comprensión del mundo y de nosotros mismos.
          Debemos tener presente siempre en mente algo que ya nos recordó alguna vez Buenfil Batalla. Que Mesoamérica es un concepto vivo, que aún late su corazón en este territorio que habitamos, qué se sigue transformando y evitando la muerte sin importar cuantos cazadores traten de finiquitarla. La cultura y la cosmología de las antiguas civilizaciones mesoamericanas viven aquí, a nuestro alrededor, nos impregnan con su presencia y, tal vez sin que nos hayamos dado cuenta todavía, influyen en nuestras propias ideas y decisiones. Si cierro los ojos y oigo los susurros que transporta el viento, puedo oír los cantos de los que muchos consideran mudos, pero nunca han callado; cantan una canción que tienen mucho que enseñarnos sobre nosotros mismos, y seremos sabios si los escuchamos.

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A los interesados en conocer más:
-Contel, Jose “Los Dioses de la Lluvia en Mesoamérica” en Arqueología Mexicana, número 96 volumen XVI, Marzo-Abril 2009, pp.20-25.
-Delgado de Cantú, Historia de México Volumen I: El Proceso de Gestación de un Pueblo, México, Pearson, 2006.
-López Austin, Alfredo, “La Religión, la Magia y la Cosmovisión” en Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (Coord.), Historia Antigua de México, Volúmen IV: Aspectos fundamentales de la tradición cultural mesoamericana,México, INAH, UNAM, Miguel Angel Porrua Grupo Editorial, 2000, pp.227-272.
-Sharer, Robert, La Civilización Maya, México, FCE, 1998.


domingo, 9 de octubre de 2011

¿Por qué Pokémon es del diablo?

Pokémon es del diablo”. Innumerables veces  escuché esa leyenda durante mi infancia. “Pikachu tiene ojos rojos” decían (un simple vistazo a una foto de aquel pokémon y uno se convence de que sus ojos no son tintos, lo que demuestra que los defensores de esta ridícula teoría no se molestaban en enfrentar críticamente la información que obtenían). Aquellos que defendían esta teoría eran simples repetidoras que decían una y otra vez lo que “la autoridad” les había ordenado que pensasen. Incluso recuerdo que un amigo que había logrado completar la difícil tarea de coleccionar los 250 tazos de Pokémon que salían en las Sabritas, llegó un día triste y  afligido a la escuela buscando un hombro donde poder llorar sus penas, pues su madre, en un acto de Fe, tiro todos sus tazos a la basura… que desperdicio.
(Obsérvece que los ojos de Pikachu no son rojos)

      Siendo sinceros, decir que algo es del diablo es una actividad común que practican y han practicado durante varias generaciones algunas personas religiosas y muchas iglesias. Basta con pasearnos por la historia un rato y encontraremos que, aparentemente, casi todo lo que ha existido es obra del diablo: los comunistas, los paganos, Darwin y la evolución, los moros, los dioses y tradiciones de los indígenas americanos, los libros de Nietzsche, Sartre, Voltaire, las manzanas y las serpientes parlantes, nuestra condena a vivir en este mundo decadente, el postmodernismo, el modernismo, lo clásico, lo extranjero, los videojuegos, el metal (|m|). Bueno, creo que ya entendieron mi punto.

      ¿Por qué estoy escribiendo todo esto? Porque acabo de terminar de pasar el más reciente juego de Pokémon para Nintendo DS (las versiones Blak&White) y me quedé con un buen sabor de boca. Pero antes de abordar este tema, quisiera regresar un poco en el tiempo y explicar el origen de la poke-faramalla.

      Satoshi Tajiri era un niño que vivía en una comunidad rural cerca de Tokio (que hoy en día tiene de rural lo que lo que el PRI tiene de nuevo [nada]). Cómo cualquier niño del campo, tenía que encontrar su divertimento en aquello que la naturaleza le ofrecía por montones ¿Y qué otra cosa nos ofrece la naturaleza en mayores números que los insectos? Así es, Tajiri y sus amigos pasaban las tardes recolectando insectos y armando sus colecciones para intercambiarlos unos con otros al final del día, cuando los primeros rayos de sol se escondían en el poniente de la isla niponesa. Eventualmente el niño creció, se olvidó de recolectar insectos y encontró un gusto particular por los videojuegos, al grado que decidió dedicarse a ellos.

      Corría la primera mitad de los 90’s y Nintendo estaba buscando un juego insignia que le permitiera explotar al máximo las capacidades de interconexión alámbrica de su reciente consola portátil Gameboy. Justamente en este proceso fue cuando el gran Shigeru Miyamoto (el creador del legendario Mario y de La leyenda de Zelda) conoció al joven Tajiri, quién proponía hacer un juego que básicamente consistía en atrapar insectos, cuidarlos e intercambiarlos con los amigos para coleccionarlos a todos.

      Miyamoto vio el potencial en esta idea y tras hacerle unos pequeños retoques (cambiar los insectos por criaturas con poderes sobrenaturales, hacer que estas crezcan de niveles, agregarles “evoluciones” –que nada tienen que ver con la evolución biológica- e implementar la vieja fórmula usada en Zelda en la cual un chico común termina por ser el héroe que salva al mundo; agregar batallas, un gran número de objetos coleccionables, un mundo lleno de misterios y leyendas que crean una atmósfera capaz de atrapan la imaginación del jugador, una sensación de libertad, una complicada matemática que solo los jugadores experimentados y maduros comprenden… en fin, después de agregar todas aquellas cosas que solo a los verdaderos genios creativos como Miyamoto se les ocurren ) el juego fue lanzado al mercado.

      En este punto supongo que usted ya se habrá dado cuenta de que Pokémon, antes de ser una serie de anime, catorce películas y una marca con un valor de varios millones de dólares (se dice que es aún más valiosa que el propio Mario), es un videojuego. Pokémon fue pensado para ser un videojuego de consolas portátiles y es precisamente en este terreno en donde aún sobresale sobre sus competidores.

El Mensaje Moral
La nueva entrega del juego se puede encontrar en dos versiones distintas Black&White (Blanco y Negro) y no es de extrañar que tenga este nombre. El juego nos comunica un mensaje de tolerancia y respeto muy necesario en un mundo dividido por los choques culturales, los nacionalismos y los etnocentrismos.  La trama nos presenta un “villano”, de nombre N, que desea separar a la gente de los pokémon pues considera que los humanos solo los utilizamos como simples herramientas para realizar los trabajos pesados y para entretenernos. Tú, un joven entrenador que entabla una relación de amistad y cariño con tus pokémon, quieres detenerlo y demostrarle que las personas y los pokémon pueden establecer relaciones duraderas y estrechas entre ellos.
(Las carátulas de las ambas versiones Black&White, me recuerdan un poco al Yin-Yang)

     Para no hacerles el cuento más largo, resulta que N es un chico bueno, al igual que la mayor parte de sus seguidores, pero sus buenas intenciones han sido aprovechadas por un hombre ambicioso de poder que quiere gobernar sobre tu región y se aprovecha de la ideología de N y de sus bondad e ingenuidad para manipular a la gente y así llevar a cabo su plan de conquista disfrazado como una “revolución para liberar a los pokémon”. ¿Les suena parecida esta trama?

    Quisiera compartir con ustedes algunas frases interesantes que recolecté mientras pasaba este juego y que consideró proponen buenos temas de reflexión:

-“Existen tantas verdades e ideas como personas [y pokémon]”

-“Algunos dicen que las disputas surgen porque existen diferentes ideas, otros dicen que el mundo crece porque existen diferentes ideas. Yo creo que ambos tienen razón.”

-“No es mediante el rechazo de las ideas diferentes, sino mediante la aceptación de las ideas diferentes, que se crea una reacción química que es la verdadera fórmula para cambiar al mundo.”

-“Aun cuando no seamos capaces de entendernos unos a otros, no es razón suficiente para rechazarnos unos a otros.”

-“Existen dos lados para cada argumento.”

-“¿Acaso existe un punto de vista que contenga todas las respuestas? Piénsalo un rato”

Desde mi punto de vista, no hay forma de que un juego que nació con la idea del intercambio y el trabajo en equipo y con un mensaje de integración tan profundo y respetuoso como este sea considerado malévolo, suena más bien educativo. Pero, desde un punto de vista completamente contrario, si concluimos que las cosas del diablo son aquellas que cuestionan las verdades absolutas que aseguran tener las religiones y sus iglesias, que fomentan la libertad de pensamiento, la relatividad cultural y ponen en duda los viejos dogmas establecidos, entonces Pokémon, efectivamente, es del diablo.

“Piénsalo un rato”

domingo, 28 de agosto de 2011

El que trata sobre las hermosas vacas y el espejismo de pensar

¡Amo a las vacas! No sé a qué se deba. Tal vez sean sus colores y sus pelajes, o el hecho de que un animal tan grande sea tan dócil y tímido como el más dócil y tímido de los conejos. Tal vez sea que me siento identificado con ellas cuando huyen ante el avistamiento de una persona o animal desconocido, y cuando regresan curiosas a investigar una vez que se han percatado de que no representa un peligro. Puede ser que mi admiración hacia ellas se deba a la nostalgia que me produce la empatía cuando veo a un becerro encerrado en su corral esperando a que alguien le preste compañía. Probablemente sea porque me recuerdan tanto a mí, a nosotros. ¡Son tan humanas! O tal vez solo sea que me encanta la leche.

      Cualquiera que sea la razón, es un hecho que me encantan las vacas. Casi tan hecho como que una manzana sabe a manzana. Por eso no es de extrañar que cuando leí la palabra cow -vaca en inglés- en el título de un artículo, de la edición especial de la revista Discover sobre Evolución, lo haya devorado. (No literalmente, el papel sabe a papel, y detesto su sabor).

     El artículo plantea que estudiando los restos fósiles de nuestros antiguos antepasados humanos se ha descubierto que aparentemente los cazadores-recolectores tenían una esperanza de vida mayor en comparación con la de los primeros cultivadores. Aquellos que vivían de lo que cultivaban comenzaron a padecer más enfermedades digestivas y relacionadas con la dieta. Además, la sedentarización de la vida implicó un cambio drástico en la manera en que las sociedades se organizaban, sembrar es una tarea lenta y pesada que casi nadie quería (ni quiere) realizar.

     Basado en estas observaciones Lewis Binford propuso hace ya mucho tiempo (1970) que los seres humanos empezamos nuestra travesía en el cultivo no después de haber tenido un chispazo de inspiración divina, si no como consecuencia de la desesperación. Sembrar fue -según Binford- nuestra única opción viable en una época en que la comida que podíamos obtener mediante la recolección y la cacería escaseó. Las primeras plantas cultivables que sembramos tardaban mucho en crecer -si es que no morían-, sus frutos eran pequeños y escasos, y para colmo, nos caían pesados al estómago. En aquellas épocas, cuando se empezaron a amarrar los fuertes nudos que unen a los cultivadores con sus plantas, no solo nosotros cambiamos a las plantas (seleccionando aquellas que daban mejores frutos y crecían más rápido) si no que las plantas nos cambiaron a nosotros (seleccionando a aquellos que podían digerirlas mejor).

     Binford fue mal visto por sus colegas antropólogos, después de todo su hipótesis va en contra de la idea comúnmente aceptada del hombre sabio e iluminado conquistador de la naturaleza y creativo descubridor de nuevos horizontes. Pero nuevos estudios sobre el genoma humano* parecen haber encontrado pruebas que respaldan su punto de vista. Y es aquí cuando las vacas entran en juego.

     Los antepasados de las vacas, los uros, eran animales parecidos a ellas, pero sus dimensiones eran mayores. Los uros, al igual que las vacas modernas, tenían la capacidad de digerir la celulosa del pasto, cosa que cualquiera que haya comido una rica ensalada cesar de pasto sabe que los humanos no podemos hacer.

     En momentos de hambruna y de escasees nuestros antepasados se debieron de haber visto atraídos a probar un poco del abundante pasto que crecía en las praderas del norte de África. Por otro lado, los uros necesitaban pasto para subsistir, así que las selvas, los bosques y los desiertos eran fronteras naturales que impedían su expansión al rededor del globo.

     Probablemente se trataba de uno de los últimos días de otoño, cuando nuestros antepasados y los antepasados de las vacas contemplaban la frontera que divide el pastizal y el bosque, iluminada por los cálidos rayos del sol vespertino. Ese día se les cruzo a ambos por la mente una idea que cambiaría la forma en que sus descendientes habitarían el planeta. Ese día pactaron su mutua codependencia.

     Claro, probablemente el momento no fue tan emotivo. Los humanos antiguos se encontraban moribundos y desesperados por encontrar nuevas fuentes de alimento, y los uros veían imposibilitados sus malévolos planes para conquistar todos los rincones del planeta. De esta forma domesticamos a los uros, seleccionando a aquellos que producían más leche, que vivían cómodos en cautiverio y que eran más amigables. Pero la historia no termina ahí, existía todavía un problema: los seres humanos carecíamos de la habilidad para digerir la leche durante la adultez. Y es en este punto que las investigaciones recientes han realizado sus nuevos descubrimientos.

     Resulta que la mutación del gen europeo necesario para que los seres humanos podamos digerir la lactosa de la leche aconteció hace aproximadamente 10,000 años, nuestra estrecha relación con los uros se remonta a hace unos 9,000. También es importante señalar que es muy raro que las mutaciones de los genes se expandan rápidamente en las poblaciones, a menos que proporcionen una clara ventaja a sus portadores sobre aquellos que no los poseen. Y eso es exactamente lo que sucedió en aquella ocasión. El dichoso gen se propago a través de las poblaciones humanas que vivían con uros a velocidades extraordinarias, de tal forma que hoy en día la tasa de tolerantes a la lactosa en países que tradicionalmente han consumido leche, como en el caso de suiza en donde el 99% de la población porta este gen, es enorme. Por otro lado, en lugares como Tailandia, en donde el consumo de leche ha sido recientemente introducido, solo el 2% de la población lo posee.

    De esta forma queda claro que la relación entre humanos y vacas no es unilateral, con solo un lado alterando al otro. Las vacas han seleccionaron a aquellos humanos que eran más capaces de digerir el alimento que ellas producían, ellas también nos domesticaron.  

     Una vez más nuestra estrecha relación con la naturaleza queda remarcada, nosotros mismos somos parte de la naturaleza. Es decir ¡Somos tan naturales como una roca! Los humanos sufrimos de una grave tendencia hacia nuestra divinización, que yo llamo el espejismo de pensar. Queremos sentirnos superiores a los demás animales y cosas que nos rodean. Lo que hemos descubierto es que somos una más de las tantísimas cosas que hay en el universo. Nos jactamos de tener conciencia de nosotros mismos y de poder pensar. Pero ¿En serio el hecho de pensar nos hace superiores? Pensar es nuestra característica como la del águila volar, la del gato trepar y la del conejo decir “que hay de nuevo viejo”. Y desde luego, el águila no es el único animal que vuela, ni el gato el que trepa y ni el humano el que piensa. Pues muy seguramente las ballenas, los delfines, los monos y hasta las mismas vacas piensen. Solo que nos cuesta trabajo comunicarnos con ellos y nunca hemos querido aceptar nuestra humildad ni nos hemos tomado el tiempo para entablar con ellos profundas conversaciones.

      Alguna vez alguien me dijo que el peligro del estudiar el genoma humano es que en el proceso perderemos las cosas que nos identificaban como humanos. Desde mi punto de vista, lo único que perdemos son los egoístas errores sobre las cuales hemos definido el término humano.
(Imagen de una vaca curiosa ¡Es tan linda y tan parecida a mi!)

Termino con una frase del grupo de música español Mägo de Oz:
“Cuando los hombres escupen al suelo, se escupen a si mismos”.


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* Investigación realizada por un profesor de la Universidad de Carolina del Norte llamado Rob Dunn y cuyos resultados se encuentran plasmados en un libro titulado “The wild life of our bodies: Predators, Parasites and Parters that Shape Who We Are Today” (Mi traducción tentativa del título es: La vida salvaje en nuestros cuerpos: Depredadores, Parásitos y Flora que Moldió lo que Somos Ahora”).

sábado, 9 de julio de 2011

El Discurso de Graduación

Cuando escogí ser la persona encargada de dar este discurso el día de hoy el primer pensamiento que transitó por mi mente fue: “¡Demonios! Casi nadie va a estarme prestando atención mientras hablo, algunos de ellos por que no me van a poder entender (el discurso original es en inglés) y al resto simplemente no les interesará lo que tengo que decir.” E inmediatamente arribó a mi mente otro pensamiento, que al encontrarse con escaso espacio dentro de mi cabeza, izó a un lado el primer pensamiento mandándolo rápidamente al olvido: “¿Sobre que tema se supone que escriba un discurso de graduación?”.

     Pude haber escrito en este discurso una larga lista de recuerdos de la escuela, o tal vez relatar unos cuantos dulces recuerdos que hemos compartido juntos. Pero sería muy injusto hablar sobre cualquiera de estos temas, debido a que no he compartido con cada uno de ustedes una misma cantidad de tiempo; por lo cual el discurso estaría cargado de recuerdos sobre las personas con las que me relacioné más estrechamente, y dedicaría vagos pasajes a todos aquellos que, aunque sin duda aprecio, no llegaron a ser tan cercanos a mi.

     Así que, después de mucho pensar (o más bien, no tanto), decidía hablar sobre nosotros, las personas, y sobre las expectativas que tenemos puestas en la vida. A cerca de las cosas que nos identifican como miembros de la misma especie.

     Estamos viviendo un periodo de nuestras vidas, y al igual que en cualquier periodo en la vida, en el estamos decidiendo la clase de futuro que queremos para nosotros mismos. Tal vez algunos de ustedes no se hayan percatado todavía de este hecho, o a lo mejor la mayoría ya lo hizo. Pero lo cierto es que hay muchas maneras de ser un ser humano, por que no existe una mejor forma de ser uno. La riqueza en la cantidad de opciones es la razón por la cual es muy difícil escoger un camino en la vida, o al menos eso es lo que nos han contado. Yo considero que la parte más difícil al escoger el camino por el cual deambularemos en la vida es que, de hecho, no existen caminos preconcebidos de los cuales podamos escoger. Por esta razón estamos obligados a inventarlos y a construirlos.

     Este proceso de invención-construcción en el cual estamos inmersos no fue empezado directamente por nosotros mismos, fue iniciado en nuestras casas por nuestras familias, en nuestras escuelas por las instituciones educativas en donde estudiamos y en todos aquellos lugares e instituciones en donde los deseos sociales hacia sus integrantes se manifiestan. Pero una vez que la infancia ha terminado nos enfrentamos a un proceso de selección en el cual descartamos, consciente o inconscientemente, aquellos comportamientos y formas de pensamiento que no embonan con el tipo de personas que queremos ser. Y por estas razones yo considero que nosotros los humanos somos inventores; por que constantemente nos estamos inventando y reinventando a nosotros mismos.

     El tiempo está en constante movimiento, y debido a eso el futuro esta eternamente cambiando. Por lo cual, hoy no somos las personas que seremos mañana. Pero en cierto sentido, en estos momentos estamos construyendo las bases en donde nuestros futuros “yo” se asentarán.

     Ya que nosotros somos nuestros propios inventores e invenciones no es difícil entender por que no existen dos personas que piensen de la misma manera. Hay gente con diferentes ideas políticas, distintas reglas morales, diversas religiones, con varios puntos de vista a cerca de la sexualidad, y así podría continuar indefinidamente enumerando todas las cosas en las cuales nos diferenciamos. Y ahora me he dado cuenta de que todas estas diferencias son las que nos identifican como humanos. Y aún más importante, si todas nuestras personalidades son meras invenciones de nosotros mismos, no hay ninguna personalidad que pueda ser colocada en un podio sobre las demás. Todas las personalidades y formas de pensar son tan reales y validas como las otras. El hecho de que yo piense acerca de un tema en determinada manera no significa que todo aquel que no comparte mis ideas está mal, tampoco que yo este equivocado. Solo quiere decir que yo he creado una manera de pensar que embona bien con el tipo de persona que quiero ser.

     Finalmente, yo se que es imposible hacer un deseo objetivo, ya que simplemente la idea de desear involucra anhelo, y el anhelo nace de nuestros propios sentimientos. Así que todo deseo es subjetivo, y esta es la razón por la cual mi siguiente deseo hacia ustedes está impregnado (al igual que todo el discurso) con mis propias ideas y sentimientos:

     Sinceramente deseo que ustedes lleguen a ser seres humanos felices, con la capacidad de entenderse a ustedes mismos como uno más de los miles de millones de seres semejantes que comparten sus mismas condiciones de inventores e invenciones de ellos mismos. Y que serán capaz de encontrar la libertad en la misma medida en que sean capaces de entender, proteger, valorar y compartir la libertad de los demás.

                                                      Su amigo:
                                                           Jorge Laris

martes, 10 de mayo de 2011

El discurso que se quiere definir a si mismo

Hola. Seguro te estarás preguntando por qué inicio esta entrada con un saludo; y tal vez estarás un poco confundido al respecto. Pero no te angusties, las respuestas serán discutidas a continuación. Pero primero, lo primero: hay que definirme, y todo intento de autodefinición se empieza con una simple y a la vez muy compleja pregunta ¿Qué soy? Pues algunos me llaman discurso. Pero uno no debe de ser muy listo para notar que conocer el nombre de algo no significa saber que es ese algo. Si fuera tan fácil ¡Le inventaría un nombre a todas las cosas y ya lo sobría todo! Yo soy un producto de la organización del lenguaje y fui creado por mi autor con el propósito de comunicar sus ideas. O al menos esa es la definición más simple de mi que han ideado los lingüistas. Típico de los humanos, siempre pensando en maneras de simplificar la complejidad. De encontrar orden en el caos.

     Para lo sociólogos, mi definición es un poco más compleja. Según ellos, soy el producto de una práctica social, mi creación se encontró sujeta a una condición histórica y cultural especifica y vinculada a la relación que mi autor guarda con la sociedad a la que pertenece. De esta forma, si deseo autoanalisarme como es debido, debo tomar en cuenta los factores que intervinieron en mi creación:

      Primero que nada, soy un discurso explicativo. Puesto que deseo explicar algo (en este caso, mi propia existencia ¡Oh! Vaya lío en que me he metido). Existen otros dos tipos de discursos, todos pertenecientes a mi familia: mis primas las expresivas y mis primos los argumentativos.

     Ya que hemos aceptado que soy un discurso explicativo, tenemos que tomar en cuanta las circunstancias en la que fui escrito. Mi autor es adolesente -en general feliz y un tanto estúpido- que realiza una tarea para la escuela, y se aburre mucho, muchísimo, de copiar palabra por palabra lo que se encuentra escrito en su libro. Además, siente compasión por su maestro, quien debe de darse la aburrida de su vida leyendo los mismos resúmenes una y otra vez. La verdad, eso suena muuuuy aburrido. 

    Otro factor que intervino en mi creación es el de la curiosidad. La curiosidad que siente ese niño feliz y estúpido por el medio que lo rodea; por entender la forma en que él y los demás seres humanos se comportan de las formas en que lo hacen ¿Por qué escribimos todas nuestras tareas en primera persona? Se pregunta ¿Por que la sociedad nos ha llevado a pensar que un trabajo serio debe de ser tedioso y aburrido de leer? Si las ideas que se usan para escribir un nuevo texto frecuentemente rebosan en originalidad ¿Por qué las expresamos en discursos que carecen de ella? ¿Cómo reaccionará mi maestro al leer este trabajo? Se cuestiona él ¿Acaso se le escapara de su rostro una sonrisa o se levantará encolerizado de su asiento y empezará a lanzar fuego por la boca mal diciendo el momento en que a su alumno se le ocurrió que era una buena idea crearme y hacer a un lado los conceptos más básicos sobre como tiene que hacerse una tarea? Pero ¿saben lo que pienso? Tal vez mi autor se equivoca, tal vez este tipo de tareas son más comunes de lo que cree. Presiento que también le gustaría saber eso.

     Algunos autores han sugerido que la finalidad de los de mi especie es interrumpir otra clase de discursos y convencer a nuestro receptor de que lo que decimos es la neta del planeta. Al principio quise plantear la hipótesis de que esta afirmación era mentira; pensé en proponer la idea de que era posible la existencia de un discurso que no tuviera como finalidad interrumpir otro discurso... ¡Pero luego caí en la cuenta de que al hacer esta afirmación estaría cayendo en una pequeña contradicción! Porque staría interrumpiendo un discurso. Además, como ya expresé anteriormente, el propósito con el que fui creado es el de cuestionar la típica forma de redactar tareas. 

     Aun así, sigo sugiriendo que deben de existir casos de discursos en los que no se interrumpa ningún otro discurso. Pero ya que yo no puedo fungir como ejemplo, dejaré mi hipótesis al aire esperando a que algún aventurero cazador de hipótesis la confirme o la entierre.

     Ahora que ya me he dado a conocer y me he presentado, me deprimo al descubrir que solo me quedan unas pocas palabras por comunicarle, lector. Estoy feliz por haber podido comunicar mi contenido a alguien más, y deseo que cuando usted lea un libro, escuche a un político, oiga una canción, observe una obra de arte, (tal vez, incluso, cuando perciba el canto de las ballenas, o lea el código binario de una computadora) o entable comunicación con cualquier otro discurso; recuerde que, al igual que yo, fueron creados con una razón: la de comunicar ideas. 

     Los discursos somos instrumentos de la comunicación. Meros rompecabezas de signos y códigos que nacimos con una sola idea en mente: transmitir pensamientos. Creados con la intención de exaltar a las neuronas de un receptor paseante y de desencadenar en ellas complejos patrones de comunicación electroquímica que finalmente dibujen una idea.

     Y ahora me despido. Usted podrá ir a pasear por los largos caminos de la vida; y yo, aguardaré aquí, esperando ansiosamente la oportunidad para comunicar mi mensaje a algún otro perdido paseante. Pues mientras exista alguien allá afuera en el mundo de los vivos con capacidad para entenderme y conocerme, yo existiré en potencia.

Atentamente
El discurso que se quiere definir a si mismo.